viernes, 16 de marzo de 2012

1ª Etapa: Talavera - Campillo de la Jara. Estación de Pizarrita

Suena el despertador a las 8:00... no hace falta madrugar mucho pero he descansado y dormido bastante bien. Y en habitación sencilla... para no desagradar a ninguno de mis compañeros con mis ronquidos nocturnos. Es que son muy ruidosos.
Hago las alforjas con el cuidado que pondría un científico al ensayar  su experimento. No puedo dejar nada al azar. Ducha, aseo general, puesta de hermano pequeño de Frankenstein incluido. Me noto descargado de tensiones inútiles y pletórico de moral por la ilusión que me produce el comenzar una nueva ruta con mis queridos amigos por tierras Castellanas y Extremeñas.
Me encuentro con los colegas a la hora prevista... pero me dicen que, como siempre, llego tarde: mentira cochina. Soy puntual con un margen de error.
El día es soleado, aunque entorpece el cielo alguna nube, pero hace buen tiempo. Desayunamos a las 9:00h en una churrería detrás del hotel decorada al uso con los clásicos azulejos Talaveranos: una chulada de lugar.
Comenzamos la andadura callejeando por el centro histórico viendo como la ciudad se despierta y ejerce sus labores cotidianas. Las calles regadas, las cigüeñas en los nidos, las palomas por todos los sitios dejando su firma indeleble, los paisanos abriendo sus negocios, transportando necesidades de un lugar a otro.
 
 Ésto se mueve y nosotros vamos saliendo de la ciudad, sobre las 9:20h, por el puente de hierro que cruza el río Tajo dirección sur.
 La carretera CM-4102 por la que circulamos tiene algo de tráfico pero inmediatamente nos desviamos a la derecha una vez pasado el barrio de Sta. María donde hay una "fábrica de corcho". El camino es llano y de tierra. No hay tráfico por aquí, pedaleamos con despreocupación pero disfrutando del momento porque, sabedores como somos de lo efímero de estas cosas, hay que degustar con placer cada segundo que disponemos. Vamos dirigiéndonos hacia los altos terrosos del Mecachón el cual vemos aún lejano. Tomamos una pista a la izquierda (El camino de El Membrillo) y nos encontramos con una antigua y abandonada, casi en ruinas, nave de ladrillo cuyas paredes están agujereadas  exprofeso con el objeto de que el aire entre y recorra su interior. Se trata de un secadero de tabaco que no ejerce desde hace mucho tiempo. Nuestra curiosidad nos lleva hasta su interior puesto que hay una parte del muro que está hundida. En su ruinoso interior vemos miles y miles de sobijos de pita (cuerdas) colgadas de vigas que atraviesan de lado a lado la nave y que han debido de soportar durante lustros el peso de hojas de tabaco hasta su secado temporada tras temporada.
Son las 9:45h y continuamos por el Camino de Talavera de la Reina. Vemos a nuestra izquierda unas canteras de áridos en las que trabajan excavadoras cargando algún camión. 
Cruzamos el Arroyo de Lientes. Subida intensa hasta llegar a los parajes del Tejadillo, el Mecachón. Excelentes vistas de Talavera y su riquísima vega desde el alto. Posteriormente pasando por el Gallego, la Culebra y el Mochuelo. Espectacular bosque de encinar.
 
Fincas y cortijos de lujo y disfrute. Laberinto de pistas. Gente podando encinas con sus potentes motosierras.  Vemos a nuestra izquierda la Finca ecuestre del Alamillo. Seguimos el camino que marca el arroyo de Valdemorales, ya que está sobre su curso, no sé si ahora seco o subterráneo.
 
Llegamos a la aldea de El Membrillo a media mañana (11:15h), una localidad de estructura lineal que sigue el curso del arroyo. Se ve que el arroyo parte al pueblo en dos, pues está encauzado. Seguro que las lluvias dejan que aflore con fuerza el curso del agua. Hablamos con una señora que barre la calle delante de la puerta de su casa y nos dice que no está abierta la iglesia aún. No se puede sellar. Salimos por el Camino de las Carretas, 
continuamos por la Colada del Carrasco y Cañada de las merinas.
Nos acercamos a Alcaudete de la Jara sobre las 12:20h. Repostaje breve, bocata del jamón que curan en el matadero/secadero de jamones aledaño, al sol de la terraza del bar junto al cruce de  carreteras, en la entrada del pueblo. El río Jébalo hace que lo pasemos por el puente ya que no se puede nadar para cruzarlo en bici. Seguro que, en tiempos de Maricastaña, había una zona de vadeo para que el ganado pudiera atravesarlo. Intentamos sellar en el bar pero... es que no están acostumbrados a esta necesidad peregrina y ponen mil pegas.
Es una hora, mediodía (13h.),  en que las iglesias del los pueblos están cerradas y no podemos sellar la credencial.
Vistamos el pueblo para entrar en la iglesia pero está cerrada también. Nos damos una vuelta a la iglesia y alrededores para contemplar las casas y el pequeño parque próximo.
Salida del pueblo, cerca del cementerio, por el Cordel de las Merinas paralelo a la carretera N-502 y siguiendo por el camino de las Rañas. La subida es algo más dura de lo que parece, de profundas arroyeras. El terreno es arcilloso y con piedras de guijarros sueltos, a las 14:00h coronamos el cerro del Burro. La bajada, es más empinada que la subida,  por el pedregoso aunque más ancho, y su firme sin grietas,
 
camino del cerro del Burro hasta llegar a la vega del arroyo Cascajoso, donde siguen su lenta y agónica  ruina las casas abandonadas de Cascajosillo. Un remanso de paz con un pasado laborioso y, actualmente extinto.
Seguimos ruta ascendiendo por el camino de Cascajoso hasta llegar a Belvís de la Jara donde en las cercanías (14:30h.) unas cabritillas en un cercado nos reciben con desdén, ignorando nuestra gesta aunque algo se temen por Navidad...
Entramos en el pueblo con el iluso ánimo de sellar la credencial del peregrino, pero lo mismo que en el resto de localidades: le iglesia está cerrada. Normalmente suelen abrir por la tarde y estamos a las 14:45h, con la consiguiente y lógica decisión que se toma a estas horas habitualmente: hora de comer y reponer líquidos. Buscamos un bar y lo encontramos en la plaza, donde hay varios. Entramos en uno y nos pedimos unos bocatas de tortillas variadas y sus correspondientes refrescos. Nos entretienen más de la cuenta pues parece ser que han ido al corral a convencer a las gallinas a que pongan unos cuantos huevos más con la excusa de que han venido unos clientes forasteros con unas pintas inapropiadas y no tienen existencias suficientes en la nevera del bar. El día está siendo bastante soleado aunque no caluroso en exceso lo que nos ha permitido rodar con buena temperatura externa y corporal.
Salimos del pueblo bien nutridos y, a pesar de habernos quedado algo fríos, recuperamos enseguida el calor porque el camino tiene varias subidas y bajadas puesto que atravesamos el arroyo del Baén, el Cordel de las Merinas y el arroyo de Barbarroya, que mantienen un excelente firme y anchura. 
 
A nuestro paso, y en la entrada del pueblo, nos encontramos con un viejo y seco abrevadero que, seguro, ha vivido otros tiempos de esplendor en que ofrecía generosamente sus aguas a humanos, acémilas y todo tipo de ganado.
 
Proseguimos callejeando hasta alcanzar la cota de la iglesia, que predomina en un estratégico punto desde donde se divisa el resto del pueblo a sus pies. Otra vez que encontramos la iglesia con la puerta cerrada y es que son alrededor de las 16:30h. Dos señoras muy amables, se prestan a informarnos de la hora de apertura pero no pueden más que desearnos buena ruta y que lleguemos bien al destino que nos motiva. En la plaza   paramos en un bar, donde el sol da de plano, para tomar un refresco y sellar. Las casualidades nos conducen a encontrarnos allí con el señor alcalde. Un tipo voluntarioso y muy hablador que, tras situarnos en el entorno socio-político-agro-turístico de la localidad, se  presta a firmarnos de puño y letra, por la autoridad que le confiere el cargo que ostenta, en una casilla de la credencial, cosa que le agradecemos enormemente, ya que en el bar no tienen sello. En esta tertulia estábamos cuando nos contó la anécdota de la cara que muestra una fachada en una casa próxima cuyo origen se remonta a principios del S.XX y que se erigió en honor al benefactor que electrificó el pueblo en tiempos de atrasos, penurias y carencias.
 
En el camino de salida y próximos a llegar a la Vía Verde de la Jara existe un paraje donde están las pilas en que las mujeres iban a lavar la ropa aprovechando el paso del arroyo de la Zarzuela con sus aguas  límpidas.
Sabemos que vamos mal de hora, es las 17:30h., pues nos queda algo menos de un tercio de recorrido por cumplir y, aunque hemos llegado a entroncar con el asfaltado camino de la Vía Verde,  lo que nos permite avanzar más rápido, el cansancio se acumula y debemos avivar el paso para que no nos oscurezca antes de llegar al final de la etapa.
El terreno por esta comarca se vuelve, en cierta medida, agreste si lo comparamos con la relativa suavidad del terreno por el que hemos transitado con lo que los paisajes son muy vistosos ya que el camino transcurre a media ladera de los cerros de La Jara, en medio de trincheras, puentes túneles y desmontes. Con gran estupor nos hemos cruzado con un vehículo a motor que circulaba, despreocupado, en sentido contrario al nuestro. Seguramente los lugareños encuentran más cómodo este camino que el de tierra, que es por el cual deben circular. Con toda seguridad tendríamos un altercado si le hubiésemos reprendido esta peligrosa actitud. El firme está levantado longitudinalmente por un lado, lo que es posible sospechar que lo haya ocasionado el continuo abuso por la circulación de dichos vehículos.

La construcción, en su momento, de esta vía debía de tener una pendiente de un 1% con el fin de que el convoy circulara con cierto desahogo. La verdad es que las largas rectas en las que se divisa algún túnel a lo lejos o lo que parece algún cambio de rasante en la lejanía te va minando la moral puesto que vas creyendo que las distancias son menores de lo que parece y el perfil va a conceder algo de respiro a las piernas cuando lo que en realidad ocurre es que la pendiente no cesa de subir y tirar hacia arriba durante muy largos trechos. Y ésto provoca más fatiga de la necesaria.
A pesar de este inconveniente, sobre las 18:20h. atravesamos zonas muy hermosas como el Viaducto del Riscal del Cuervo desde donde el panorama ofrece una espectacular vista del barranco del río Ollegoso, afluente del río Huso, el cual nos acompañará a lo largo de nuestro recorrido. 
Los aromas a jaras que impregnan esta comarca te envuelven, lo que produce un cierto placer para los sentidos y un cierto efecto de relax músculo-esquelético.
 Se atraviesan varios túneles en los que se hace necesario el auxilio de linternas y donde se observa un notable descenso térmico. 
Nos topamos con las estaciones de Pilas y Nava-Fuentes, que no llegaron a realizar su cometido nunca.
 Esto se va poniendo pesado pues las piernas se van cargando más de lo previsto y no vemos llegar al final. Son las 18:35h.

El sol ya se escondió y estamos a punto de empezar a circular con luz artificial cuando, por fin divisamos a lo lejos la estación de Pizarrita a las 19:06h. Unos hectómetros antes, paramos al divisar unas ruinas de lo que suponemos fuera un molino por el agua que fluye bajo un arco de una construcción aún erguida en pie. Y es que en esa ladera, siguiendo el río Frío arriba, existen unos cuantos molinos que dieron servicio a la comarca.llegamos al fin a destino y nos atiende una simpática muchacha en avanzado estado de buena esperanza. La estación ha sido rehabilitada según marcan las condiciones de habitabilidad de los tiempos actuales.
Aún así hay ciertos detalles que hacen que el complejo sea poco confortable puesto que los servicios están en el edificio anexo (antiguo muelle de carga) lo que, aunque está algo aislado del exterior, hace que sea incómodo, y frío, dando un aspecto de duchas y baños de albergue juvenil comunitario. Han reacondicionado dos vagones de tren y les han dado uso como restaurante y coche-cama. Nos damos unos duchazos reconfortantes aunque las instalaciones no están bien diseñadas pues se ha inundado el suelo del pasillo. La cena es normalita, sin grandes pretensiones pero suficiente para reponernos del esfuerzo. Como somos los únicos huéspedes alojados, estamos a nuestro antojo. 
Pretendíamos acercarnos al pueblo, pero no está cerca, hay que ir por carretera y desplazarse 3 km. Es de noche y no tenemos ganas de coger las bicicletas por esas carreteras de Dios. Puede ser peligroso y hace un frío que se te pelan los..., las..., bueno, hace mucho frío. Estamos en una ubicación extraordinaria pues estamos apartados del mundanal ruido. 
Tomamos unos cubatas en la barra con el encargado del bar y Andrés, el "chispa" que viene a hacer el mantenimiento de la instalación eléctrica y tiene un gracia especial para contar chistes. Pasamos un rato muy agradable con ellos. Es tarde y la estamos echando larga, así que, a la 1, nos vamos a dormir. Como no pasa ninguna carretera cerca... no se oye ningún ruido que perturbe nuestro descanso.

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