domingo, 18 de marzo de 2012

3ª etapa. Carrascalejo - Guadalupe.

Amanece el día con un cielo despejado soleado pero ventoso. Preparamos los bártulos y nos vamos a desayunar al bar Mateos, donde Merche nos dio de cenar tan amablemente anoche. 
Le tenemos que devolver las llaves de los chamizos y probar los churros que preparan allí.
Mientras vemos las evoluciones de Fernando Alonso en F1 en la TV, desayunamos con la compañía de unos jóvenes de la "Meretérica" que han parado un momento por allí. Nos despedimos de Merche y le agradecemos el trato recibido. Excelente chica.
Salimos del pueblo callejeando y curioseando las casas y sus interiores, donde en alguna se pueden observar los trofeos de caza orgullosamente expuestos. Y es que estas sierras dan mucho trabajo con la caza de venados, jabalíes y corzos.
Se nos presenta una etapa dura pues tenemos frente a nosotros la subida de tres puertos que haremos por carretera en su mayor parte si queremos llegar a Guadalupe a la hora de comer con nuestras familias que nos esperarán ahí.
Comienza la subida de unos 6 km. en suave rampa aunque, poco a poco, tras una media hora de ascensión, se pueden observar unas buenas vistas del paisaje.
Alrededor de las 10:05 ya coronamos el collado de Arrebatacapas (912 m.), donde pudimos comprobar el origen del nombre. El viento se hacía aún más patente de lo que lo iba haciendo algo más abajo. Desde aquí las vistas eran kilométricas y se podía observar Gredos en la lejanía.
En el alto existe una cruz pintada de blanco junto a un pequeño altar en conmemoración a la Virgen de Guadalupe de la que son tan devotos en esta comarca a uno y otro lado de la sierra. Mientras degustábamos este ratito impagable observando la Naturaleza en toda su grandiosidad, pasó un coche por la carretera y nos saludó con un toque de cláxon. Era el cura joven de Carrascalejo que nos atendió ayer.
Proseguimos la marcha, esta vez cuesta abajo. Aquí te lanzas y no paras hasta que llegues abajo, donde está  el pueblo de Navatrasierra. Como el paisaje era inmenso me paré varias veces a contemplarlo y admirarlo dejando como testigo algunas fotos.

 
Llegamos a Navatrasierra sobre las 10:30h, que está antes de llegar al valle, junto al río y es un pueblecito en medio de la nada. No es que sea muy pronto pero aún no abren los bares. Han debido trasnochar. Echamos un trago de agua en una curiosa fuente a un lado de la calle por donde transcurre la carretera y nos reunimos con Luis que, como un poseso se lanzó desde Arrebatacapas cuesta abajo haciendo gala de su  apelativo. Creo que no se ha dado cuenta de la grandiosidad del paisaje ya que no ha parado en los 4,5 km que de consta la bajada.
Atravesamos el pueblo y continuamos bajando hasta alcanzar un puente sobre el río Gualija a 3km. Vamos por una zona preciosa de barranco en el que la carretera va encajonada entre las faldas de los montes que la acompañan. Vemos, a la izquierda, una zona de descanso en la que los integrantes de un grupo de dos autocaravanas están disfrutando del descanso que permite esta zona de la geografía ibérica. Buen lugar. Nos quedan 11km. hasta llegar al Hospital del Obispo. Llevo un buen rato pensando por dónde andarán mis amigos de Guadalupe que vienen a nuestro encuentro. Hablo por teléfono con Jesús Utrilla y me dice que están a punto de llegar al Hospital. Eso quiere decir que en breve nos encontraremos allí.
A partir de aquí la carretera comienza a empinarse otra vez, pero vamos protegidos por los montes que nos rodean y el sol mantiene buena temperatura corporal, incluso sudamos algo más de lo que lo hemos hecho hasta ahora.
El ascenso se va haciendo lento pero constante y, poco a poco, pedalada tras pedalada, nos vamos encaramando hacia el alto. Nos quedan unos 3km. cuando se produce la tan ansiada reunión con los Guadalupenses. Grandes abrazos entre jadeos de cansancio y mucha alegría pues vuelvo a ver, tras un tiempo sin hacerlo, a mis amigos Jesús y Juanjo. 

Proseguimos la lenta ascensión comentando anécdotas hasta llegar al Hospital del Obispo, donde paramos para energizarnos y beber agua.












Por la tarde, y mientras paseábamos por los alrededores de la Basílica, otra vez, nos volvimos a encontrar con el joven cura de Carrascalejo, al que saludamos de nuevo.
Hemos rodado unos 48 km, según marca el rutómetro del señor Zugasti.

sábado, 17 de marzo de 2012

2ª Etapa. Estación de Pizarrita - Carrascalejo.

No madrugamos mucho, así que a las 8 y media nos vamos desperezando para asearnos, recoger enseres e ir a desayunar espartanamente una tostada con mantequilla y mermelada con café y leche en el vagón cafetería.
El día ha amanecido con niebla aunque el sol se va abriendo paso según pasan las horas. Abandonamos el lugar de reposo nocturno para montar de nuevo en nuestras cabalgaduras de aluminio cuando en ese instante   hacemos notar el intenso dolor que produce plantar las posaderas en el sillín. El frío es muy molesto pero tras pedalear un ratito volvemos a no sentir dolor ni frío.
Proseguimos por la Vía Verde y vamos ascendiendo levemente, el perfil es como el de ayer. El río Huso nos sigue acompañando, o nosotros a él, tanto da, y atravesamos otro túnel cuando vemos que estamos al lado del embalse Arroyo de San Vicente. Son las 10:25h.
El día sigue frío y, a veces, desapacible, con sol y nubes, a veces con niebla, pero continuamos deleitándonos con la contemplación del paisaje y el aroma de las jaras y otros arbustos que nos entregan sus fragancias.
Pasamos junto a otro apeadero, el de La Cervilla, 20 minutos después. Continúan algunos túneles más hasta que damos por finalizada la Vía Verde ya que llegamos a la estación de Santa Quiteria a las 11:10h. y el camino desaparece ante la boca imponente del túnel que nos conduciría hasta Alía y Guadalupe si no fuera porque su interior está tapado a causa de algún desprendimiento hace años. La estación debió ser utilizada como establo de ganado y por detrás vemos las casas para el personal que cuidaba estas instalaciones. No sé si se llegaron a habitar.
 

Tomamos camino asfaltado hasta el Puerto de S. Vicente. Día gris, frío y, luego, con sol, pero sigue desapacible. Tomamos café con bollos en el centro social del pueblo para entrar en calor. Deben ser como las 12h.
Salida hacia Aldeanueva de S. Bartolomé por el Camino de Puente del Arzobispo dirección norte. A unos 5,5kms Juan se da cuenta que hemos tomado dirección hacia Mohedas y hemos de corregir para tomar el camino correcto lo cual supone acortar atrochando por una finca en la que varios caballos pastan despreocupadamente... hasta que nos ven. Y se van a otro lugar más seguro.
Atravesamos la finca para recuperar el camino correcto. Abrimos y cerramos puertas para que todo quede en su sitio y proseguimos el viaje. Hablo por teléfono con mi amigo Benja, ya que pasamos cerca de Mohedas, su pueblo,  para vernos en algún momento a lo largo del día.
Comento, en tono de guasa, que podíamos acortar por Mohedas para hacer más corta la etapa y dedicarla a bebernos todo lo que se ponga por delante… Veo que el tono con el que lanzo el chascarrillo no se entiende bien.
Llegamos a Aldeanueva de S. Bartolomé a una hora prudencial en lo tocante al repostaje de los ciclistas: nos sentamos a comer raciones en un bar de la calle principal. Hay mucho bullicio pues hay un evento (Bautizo) y bastantes cazadores, los cuales animan cada vez más en tanto en cuanto más beben. Aquí sí sellamos la credencial al salir del local. Salimos y continuamos para ver la Iglesia del pueblo pero también está cerrada. Esta vez hemos llegado tarde.
Salimos hacia La Estrella (Está a unos 7 km.) siguiendo el trazado del mismo camino por el que hemos venido: el Camino de Puente del Arzobispo. Atravesamos el arroyo de la Aguilucha por el camino de servicio que está próximo a La Estrella. En la entrada del pueblo podemos ver una fiesta campestre en el parque infantil donde unos chavales, chicas, ya mayorcitos, beben, comen y charlan en varios grupos con lumbres encendidas y comida asada a las ascuas. Uno nos pregunta por el camino que estamos haciendo y nos comenta y aconseja las características del camino que nos espera por recorrer. Nos invita a comer con ellos. Muy majo el tipo. También está la iglesia cerrada. ¡Qué contrariedad!
En el bar no saben qué es eso de sellar la credencial.
Estoy empezando a preocuparme porque, aunque no voy cansado, creo que es mejor reservar fuerzas para mañana, que el día será verdaderamente exigente y así se lo hago saber a mis compañeros de viaje. Además, esta tarde, el camino no ha presentado más motivación paisajística de interés que la mera contemplación del campo llano. Disputa por mantener o reducir kilómetros a la etapa, dejándola más corta de lo programado. Ciertamente enojado acepto el que vayamos a seguir haciendo kilómetros sin más objetivo, ni motivo, que cargar piernas y aumentar la fatiga.
Finalmente no vamos a Navalmoralejo ni a Villar del Pedroso, acortamos camino. Juan sí está dispuesto a seguir la ruta planeada porque él sí se encuentra con fuerzas, aunque finalmente no lo hace. Es la decisión más lógica y normal cuando se va en grupo: que el que mejor esté físicamente se vaya sólo a pedalear y deje a los demás que disfruten cada uno por su lado.
Tomamos el camino de La Estrella a Carrascalejo. Pasamos por el Puente de arroyo de la Aguilucha. Se trata de un puente medieval que queda apartado a nuestra derecha.
Seguimos adelante y atravesamos el cauce seco del arroyo de Valdecuezo. A los 5,5 km. entramos en Extremadura. El límite territorial coincide con el trazado de la Cañada Real Leonesa, la cual cruzamos, y el paisaje cambia: nos adentramos en un bosque de encinas. Atravesamos un paso en la confluencia del arroyo Pedroso y otro afluente, y ascendemos una leve subida, Junto a ella, vemos un huerto familiar a la derecha en el que están unos chavalines con sus padres y abuelos, nos saludan.
La tarde es soleada y el firme del camino es bueno y el perfil ascendente y llano.
Caminamos por fincas de encinas y ovejas pastando.
Por la zona del Chaparral salen a nuestro paso tres venados en el camino, los cuales, imponentes, saltan las alambradas y se pierden entre las encinas de los cercados.
Atravesamos los Arroyos del  Morcillo y del Borbollón para, finalmente, llegar a divisar el final de la etapa de hoy.
Llegamos a Carascalejo. Callejeamos con la pretensión de llegar a la iglesia y probar suerte. Nos encontramos con el párroco que resulta ser un cura joven y muy dispuesto a sellarnos las credenciales. De jovencito, nos cuenta, hacía mucha actividad deportiva con la bici. Nos desea buen viaje y que lleguemos bien a Guadalupe. En el pueblo buscamos el bar Casa Irene, la cual nos da las llaves del alojamiento. Ésta chica, ya nos indicó el presidente de la ACRG, que era muy dispuesta y servicial. Cuando le dí recuerdos de parte de Antonio Dávila, se alegró mucho y nos trató, aún si cabe, mejor.
Nos vamos a tomar posesión del alojamiento. De camino pasamos junto a una Residencia de mayores de CajaMadrid muy grande, nueva y bonita, quizás haya que irse pensando echar la solicitud, que el tiempo pasa volando....
Nos alojamos en casas rurales de tipo chozas redondas, que se encuentran a las afueras del pueblo.
Tras el oportuno aseo y un relativo momento de descanso volvimos al pueblo y nos tomamos un vino en otro bar que encontramos. A continuación fuimos a cenar al bar Casa Irene, donde Merche, la dueña, nos trataó con corrección  y decentemente aunque estaban de público a rebosar. Llamé por teléfono a Antonio Dávila para saludarle y agradecerle los consejos que nos ofreció. Y venir aquí era uno de ellos. Me dio recuerdos para Merche, a quien se los transmití y ella lo agradeció encantada.
Tras dar buena cuenta de unas raciones mientras nos hacían unas chuletillas con ensalada y patatas fritas fuimos pasando la noche departiendo con los/as lugareños/as.
A unas horas prudentes nos retiramos a nuestros aposentos mientras una fina lluvia iba acompañándonos en nuestro camino.

viernes, 16 de marzo de 2012

1ª Etapa: Talavera - Campillo de la Jara. Estación de Pizarrita

Suena el despertador a las 8:00... no hace falta madrugar mucho pero he descansado y dormido bastante bien. Y en habitación sencilla... para no desagradar a ninguno de mis compañeros con mis ronquidos nocturnos. Es que son muy ruidosos.
Hago las alforjas con el cuidado que pondría un científico al ensayar  su experimento. No puedo dejar nada al azar. Ducha, aseo general, puesta de hermano pequeño de Frankenstein incluido. Me noto descargado de tensiones inútiles y pletórico de moral por la ilusión que me produce el comenzar una nueva ruta con mis queridos amigos por tierras Castellanas y Extremeñas.
Me encuentro con los colegas a la hora prevista... pero me dicen que, como siempre, llego tarde: mentira cochina. Soy puntual con un margen de error.
El día es soleado, aunque entorpece el cielo alguna nube, pero hace buen tiempo. Desayunamos a las 9:00h en una churrería detrás del hotel decorada al uso con los clásicos azulejos Talaveranos: una chulada de lugar.
Comenzamos la andadura callejeando por el centro histórico viendo como la ciudad se despierta y ejerce sus labores cotidianas. Las calles regadas, las cigüeñas en los nidos, las palomas por todos los sitios dejando su firma indeleble, los paisanos abriendo sus negocios, transportando necesidades de un lugar a otro.
 
 Ésto se mueve y nosotros vamos saliendo de la ciudad, sobre las 9:20h, por el puente de hierro que cruza el río Tajo dirección sur.
 La carretera CM-4102 por la que circulamos tiene algo de tráfico pero inmediatamente nos desviamos a la derecha una vez pasado el barrio de Sta. María donde hay una "fábrica de corcho". El camino es llano y de tierra. No hay tráfico por aquí, pedaleamos con despreocupación pero disfrutando del momento porque, sabedores como somos de lo efímero de estas cosas, hay que degustar con placer cada segundo que disponemos. Vamos dirigiéndonos hacia los altos terrosos del Mecachón el cual vemos aún lejano. Tomamos una pista a la izquierda (El camino de El Membrillo) y nos encontramos con una antigua y abandonada, casi en ruinas, nave de ladrillo cuyas paredes están agujereadas  exprofeso con el objeto de que el aire entre y recorra su interior. Se trata de un secadero de tabaco que no ejerce desde hace mucho tiempo. Nuestra curiosidad nos lleva hasta su interior puesto que hay una parte del muro que está hundida. En su ruinoso interior vemos miles y miles de sobijos de pita (cuerdas) colgadas de vigas que atraviesan de lado a lado la nave y que han debido de soportar durante lustros el peso de hojas de tabaco hasta su secado temporada tras temporada.
Son las 9:45h y continuamos por el Camino de Talavera de la Reina. Vemos a nuestra izquierda unas canteras de áridos en las que trabajan excavadoras cargando algún camión. 
Cruzamos el Arroyo de Lientes. Subida intensa hasta llegar a los parajes del Tejadillo, el Mecachón. Excelentes vistas de Talavera y su riquísima vega desde el alto. Posteriormente pasando por el Gallego, la Culebra y el Mochuelo. Espectacular bosque de encinar.
 
Fincas y cortijos de lujo y disfrute. Laberinto de pistas. Gente podando encinas con sus potentes motosierras.  Vemos a nuestra izquierda la Finca ecuestre del Alamillo. Seguimos el camino que marca el arroyo de Valdemorales, ya que está sobre su curso, no sé si ahora seco o subterráneo.
 
Llegamos a la aldea de El Membrillo a media mañana (11:15h), una localidad de estructura lineal que sigue el curso del arroyo. Se ve que el arroyo parte al pueblo en dos, pues está encauzado. Seguro que las lluvias dejan que aflore con fuerza el curso del agua. Hablamos con una señora que barre la calle delante de la puerta de su casa y nos dice que no está abierta la iglesia aún. No se puede sellar. Salimos por el Camino de las Carretas, 
continuamos por la Colada del Carrasco y Cañada de las merinas.
Nos acercamos a Alcaudete de la Jara sobre las 12:20h. Repostaje breve, bocata del jamón que curan en el matadero/secadero de jamones aledaño, al sol de la terraza del bar junto al cruce de  carreteras, en la entrada del pueblo. El río Jébalo hace que lo pasemos por el puente ya que no se puede nadar para cruzarlo en bici. Seguro que, en tiempos de Maricastaña, había una zona de vadeo para que el ganado pudiera atravesarlo. Intentamos sellar en el bar pero... es que no están acostumbrados a esta necesidad peregrina y ponen mil pegas.
Es una hora, mediodía (13h.),  en que las iglesias del los pueblos están cerradas y no podemos sellar la credencial.
Vistamos el pueblo para entrar en la iglesia pero está cerrada también. Nos damos una vuelta a la iglesia y alrededores para contemplar las casas y el pequeño parque próximo.
Salida del pueblo, cerca del cementerio, por el Cordel de las Merinas paralelo a la carretera N-502 y siguiendo por el camino de las Rañas. La subida es algo más dura de lo que parece, de profundas arroyeras. El terreno es arcilloso y con piedras de guijarros sueltos, a las 14:00h coronamos el cerro del Burro. La bajada, es más empinada que la subida,  por el pedregoso aunque más ancho, y su firme sin grietas,
 
camino del cerro del Burro hasta llegar a la vega del arroyo Cascajoso, donde siguen su lenta y agónica  ruina las casas abandonadas de Cascajosillo. Un remanso de paz con un pasado laborioso y, actualmente extinto.
Seguimos ruta ascendiendo por el camino de Cascajoso hasta llegar a Belvís de la Jara donde en las cercanías (14:30h.) unas cabritillas en un cercado nos reciben con desdén, ignorando nuestra gesta aunque algo se temen por Navidad...
Entramos en el pueblo con el iluso ánimo de sellar la credencial del peregrino, pero lo mismo que en el resto de localidades: le iglesia está cerrada. Normalmente suelen abrir por la tarde y estamos a las 14:45h, con la consiguiente y lógica decisión que se toma a estas horas habitualmente: hora de comer y reponer líquidos. Buscamos un bar y lo encontramos en la plaza, donde hay varios. Entramos en uno y nos pedimos unos bocatas de tortillas variadas y sus correspondientes refrescos. Nos entretienen más de la cuenta pues parece ser que han ido al corral a convencer a las gallinas a que pongan unos cuantos huevos más con la excusa de que han venido unos clientes forasteros con unas pintas inapropiadas y no tienen existencias suficientes en la nevera del bar. El día está siendo bastante soleado aunque no caluroso en exceso lo que nos ha permitido rodar con buena temperatura externa y corporal.
Salimos del pueblo bien nutridos y, a pesar de habernos quedado algo fríos, recuperamos enseguida el calor porque el camino tiene varias subidas y bajadas puesto que atravesamos el arroyo del Baén, el Cordel de las Merinas y el arroyo de Barbarroya, que mantienen un excelente firme y anchura. 
 
A nuestro paso, y en la entrada del pueblo, nos encontramos con un viejo y seco abrevadero que, seguro, ha vivido otros tiempos de esplendor en que ofrecía generosamente sus aguas a humanos, acémilas y todo tipo de ganado.
 
Proseguimos callejeando hasta alcanzar la cota de la iglesia, que predomina en un estratégico punto desde donde se divisa el resto del pueblo a sus pies. Otra vez que encontramos la iglesia con la puerta cerrada y es que son alrededor de las 16:30h. Dos señoras muy amables, se prestan a informarnos de la hora de apertura pero no pueden más que desearnos buena ruta y que lleguemos bien al destino que nos motiva. En la plaza   paramos en un bar, donde el sol da de plano, para tomar un refresco y sellar. Las casualidades nos conducen a encontrarnos allí con el señor alcalde. Un tipo voluntarioso y muy hablador que, tras situarnos en el entorno socio-político-agro-turístico de la localidad, se  presta a firmarnos de puño y letra, por la autoridad que le confiere el cargo que ostenta, en una casilla de la credencial, cosa que le agradecemos enormemente, ya que en el bar no tienen sello. En esta tertulia estábamos cuando nos contó la anécdota de la cara que muestra una fachada en una casa próxima cuyo origen se remonta a principios del S.XX y que se erigió en honor al benefactor que electrificó el pueblo en tiempos de atrasos, penurias y carencias.
 
En el camino de salida y próximos a llegar a la Vía Verde de la Jara existe un paraje donde están las pilas en que las mujeres iban a lavar la ropa aprovechando el paso del arroyo de la Zarzuela con sus aguas  límpidas.
Sabemos que vamos mal de hora, es las 17:30h., pues nos queda algo menos de un tercio de recorrido por cumplir y, aunque hemos llegado a entroncar con el asfaltado camino de la Vía Verde,  lo que nos permite avanzar más rápido, el cansancio se acumula y debemos avivar el paso para que no nos oscurezca antes de llegar al final de la etapa.
El terreno por esta comarca se vuelve, en cierta medida, agreste si lo comparamos con la relativa suavidad del terreno por el que hemos transitado con lo que los paisajes son muy vistosos ya que el camino transcurre a media ladera de los cerros de La Jara, en medio de trincheras, puentes túneles y desmontes. Con gran estupor nos hemos cruzado con un vehículo a motor que circulaba, despreocupado, en sentido contrario al nuestro. Seguramente los lugareños encuentran más cómodo este camino que el de tierra, que es por el cual deben circular. Con toda seguridad tendríamos un altercado si le hubiésemos reprendido esta peligrosa actitud. El firme está levantado longitudinalmente por un lado, lo que es posible sospechar que lo haya ocasionado el continuo abuso por la circulación de dichos vehículos.

La construcción, en su momento, de esta vía debía de tener una pendiente de un 1% con el fin de que el convoy circulara con cierto desahogo. La verdad es que las largas rectas en las que se divisa algún túnel a lo lejos o lo que parece algún cambio de rasante en la lejanía te va minando la moral puesto que vas creyendo que las distancias son menores de lo que parece y el perfil va a conceder algo de respiro a las piernas cuando lo que en realidad ocurre es que la pendiente no cesa de subir y tirar hacia arriba durante muy largos trechos. Y ésto provoca más fatiga de la necesaria.
A pesar de este inconveniente, sobre las 18:20h. atravesamos zonas muy hermosas como el Viaducto del Riscal del Cuervo desde donde el panorama ofrece una espectacular vista del barranco del río Ollegoso, afluente del río Huso, el cual nos acompañará a lo largo de nuestro recorrido. 
Los aromas a jaras que impregnan esta comarca te envuelven, lo que produce un cierto placer para los sentidos y un cierto efecto de relax músculo-esquelético.
 Se atraviesan varios túneles en los que se hace necesario el auxilio de linternas y donde se observa un notable descenso térmico. 
Nos topamos con las estaciones de Pilas y Nava-Fuentes, que no llegaron a realizar su cometido nunca.
 Esto se va poniendo pesado pues las piernas se van cargando más de lo previsto y no vemos llegar al final. Son las 18:35h.

El sol ya se escondió y estamos a punto de empezar a circular con luz artificial cuando, por fin divisamos a lo lejos la estación de Pizarrita a las 19:06h. Unos hectómetros antes, paramos al divisar unas ruinas de lo que suponemos fuera un molino por el agua que fluye bajo un arco de una construcción aún erguida en pie. Y es que en esa ladera, siguiendo el río Frío arriba, existen unos cuantos molinos que dieron servicio a la comarca.llegamos al fin a destino y nos atiende una simpática muchacha en avanzado estado de buena esperanza. La estación ha sido rehabilitada según marcan las condiciones de habitabilidad de los tiempos actuales.
Aún así hay ciertos detalles que hacen que el complejo sea poco confortable puesto que los servicios están en el edificio anexo (antiguo muelle de carga) lo que, aunque está algo aislado del exterior, hace que sea incómodo, y frío, dando un aspecto de duchas y baños de albergue juvenil comunitario. Han reacondicionado dos vagones de tren y les han dado uso como restaurante y coche-cama. Nos damos unos duchazos reconfortantes aunque las instalaciones no están bien diseñadas pues se ha inundado el suelo del pasillo. La cena es normalita, sin grandes pretensiones pero suficiente para reponernos del esfuerzo. Como somos los únicos huéspedes alojados, estamos a nuestro antojo. 
Pretendíamos acercarnos al pueblo, pero no está cerca, hay que ir por carretera y desplazarse 3 km. Es de noche y no tenemos ganas de coger las bicicletas por esas carreteras de Dios. Puede ser peligroso y hace un frío que se te pelan los..., las..., bueno, hace mucho frío. Estamos en una ubicación extraordinaria pues estamos apartados del mundanal ruido. 
Tomamos unos cubatas en la barra con el encargado del bar y Andrés, el "chispa" que viene a hacer el mantenimiento de la instalación eléctrica y tiene un gracia especial para contar chistes. Pasamos un rato muy agradable con ellos. Es tarde y la estamos echando larga, así que, a la 1, nos vamos a dormir. Como no pasa ninguna carretera cerca... no se oye ningún ruido que perturbe nuestro descanso.

jueves, 15 de marzo de 2012

Saliendo de casa hacia Talavera

Tras un día de agotadora tarea laboral, recobro el ánimo con ilusión y esperanza puestos en el periplo a realizar ya mismo. Recojo los enseres que portaré estos días y los voy apartando para ubicarlos en las alforjas. Me tomo un momento para una breve ingesta alimenticia que ya “hace hambre”.
Las alforjas están preparadas, llenas de cosas y montadas en la bicicleta, hago un último breve repaso general del estado de la montura y pongo la marcha hacia la estación de ferrocarril. Son alrededor de las 15:40h.
La tarde es radiante gracias al sol que domina y calienta el ambiente. La temperatura es agradable tirando a calurosa, lo que me permite disfrutar de mi pedaleo por el carril bici que me llevará hasta destino, atravesando el parque del Buen Retiro madrileño en el que multitud de personal pasea y se regocija cada uno con su ocio. El recorrido es de unos 11kms. que se hacen más rápido de lo que preveía puesto que a las 16:25 ya estoy en el enorme vestíbulo de la estación de Atocha. Espero a que lleguen mis amigos y, mientras, observo el trasiego de gente que pasa ante mí con prisas, unos, y con pausas, los menos.
Aparecen en seguida, con sus monturas cargadas de mochilas. Nos proponemos tomar un  pequeño bocado para hacer algo por nuestra nutrición ya que no han comido nada. Dudamos de a dónde dirigirnos puesto que la oferta existente en la estación está masificada y, realmente, no nos convence ningún local de los que vemos. Hablamos con la muy amable chica que está empleada en comprobar los billetes que nos dan acceso al andén y nos aconseja que nos vayamos, ya mismo, hasta Villaverde Bajo, que es realmente donde debemos tomar nuestro tren hacia Talavera de la Reina (TO) y allí nos atenderán estupendamente en el bar que, según vimos, está más “humanizado” que los que acabamos de rechazar en Atocha.
Tomamos posesión del local a las 17:17h. aparcando los bípedos dentro del bar sin pudor alguno. No molestaban por ser una hora en la que había poca concurrencia de paisanos.
Allí “caen” unos botellines, con sus tapas respectivas, unos bocatas y un cubata a modo de ritual con la pretensión de dar inicio oficial a la ruta y brindar por ello. Y por nosotros. Y los ausentes…
El bar es el típico de barrio trabajador, un bar sin más pretensiones que tratar bien al cliente, que demasiado tiene ya con salir a la calle a buscarse la vida y salir adelante día a día. Acaba de irse alguna persona cuando entra una señora de buen ver a pesar de tener una cierta edad. Evidentemente, reparamos en ella y en su jovial aspecto. Se está tomando algún refrigerio.
Tras charlar un rato riendo con la amable y dispuesta camarera nos aconseja que en el tren hablemos con el revisor. Un tal “Piter”, que nos atenderá muy bien si le comentamos que nos ha recomendado ella. Nos vamos al andén y esperamos a que llegue el tren.
Ya ha llegado, no hemos esperado más que unos pocos minutos y ya estamos subiendo al mismo. El revisor nos ha visto cargar con las bicicletas y se ha dirigido hacia nosotros inmediatamente para indicarnos el lugar donde debemos dejar las monturas. Estos trenes regionales está preparados para ello y disponen de un habitáculo junto a la cabina del conductor a tal fin


Para evitar ciertos inconvenientes que pudiera producir montar en el tren las bicicletas con sus respectivos bagajes, me había provisto tiempo antes de un documento que expide Renfe, a modo de salvoconducto, confirmando que nos autorizan el transporte de las tres bicicletas, esto evita problemas al darnos preferencia en acaso de coincidir con más gente que también transportase sus bicicletas sin dicha autorización. (Tfno. 91 5066650).
En el trayecto charlamos con el revisor, Piter, y pudimos constatar que, en efecto, era un tipo muy majo y atento.


 Por fín llegamos a Talavera. El tren ha “aparcado” en una vía sin tráfico y lo han dejado desconectado puesto que hasta mañana no lo vuelven a utilizar. Bajamos las bicicletas al andén, Se bajan los viajeros y el conductor y el revisor. Piter vive allí y, mientras caminamos saliendo de la estación, nos aconseja algunos lugares donde podemos cenar bien y nos despedimos de él puesto que se va a su casa a descansar. Un tío con buen talante y servicial: muy majete. Está anocheciendo, deben ser las 20:30 h. Montamos y pedaleamos callejeando por la ciudad en busca de nuestro hotel, aunque, antes, hacemos parada a sellar la credencial en la Iglesia de Santiago Apóstol (Calle de San Sebastián, 4) ante la cual hubimos de esperar a que acabaran los oficios para poder pasar a la sacristía donde un afable anciano sacerdote nos puso el sello y nos dio ánimos y dijo que rezáramos en Guadalupe, a la Virgen, a nuestra llegada a destino.
Según callejeamos puedo constatar el cambio que ha sufrido esta ciudad, que fue zona de paso por la carretera N-V, la cual partía en dos a la urbe y le confería un extraño status de localidad sucia y mal cuidada. Ahora, una vez que la carretera la trasladaron hace unos años bordeando la ciudad, se puede degustar del agradable paseo por sus calles modernas, unas y, otras, de rancio sabor añejo.
Desde allí nos dirigimos a la Iglesia de la Virgen Nª. Sra. del Prado (Avda. Extremadura. Jardines del Prado, junto a la Plaza de Toros), patrona de la ciudad.  Es una iglesia enorme, muy bonita, parece una catedral. Pero al visitarla por dentro y al ser tan tarde, la sacristía se encuentra cerrada. Mala suerte. Salimos a verla desde afuera. Buscamos la entrada al despacho parroquial pero también está cerrada. Es de noche y las farolas iluminan la fachada con esos tonos amarillentos que proyectan sus bombillas de ese color. Nos vamos a recoger nuestras bicicletas que las hemos dejado en la entrada principal. Según vamos hacia ellas nos topamos con un joven que se dirige hacia nosotros y nos habla preguntando si las bicicletas son nuestras: se ha percatado que somos peregrinos y se trata del señor cura. Muy amablemente se ofrece a abrirnos la sacristía y nos sella la credencial. Nos regala unas estampitas de Nuestra Señora del Prado, que nos protegerá en el camino. Nos pide que recemos a la virgen de Guadalupe cuando lleguemos. Nos despedimos de él y le agradecemos el empeño que ha depositado en atendernos tan bien.
Es tarde y debemos ir al hotel a tomar posesión de las habitaciones. Nos alojamos en el hotel Be Smart, confortable, moderno, bien ubicado en el centro y a buen precio. Está junto a la estación de autobuses y el Corte Inglés.
Tras asearnos, nos vamos a cenar al bar La Alcaparra (C./ Joaquina Santander, 73), un muy buen sitio donde las tapas son generosas y casi no hace falta pedir raciones para acompañar. Mientras tanto, el Atleti gana en casa del equipo turco que le ha tocado en la eliminatoria de Uefa League. Les hemos metido tres a los otomanos en su casa.
Nos tomamos unas cervezas más y nos vamos a dormir, que estamos cansados y mañana es “día de escuela”.